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«Es la ultraderecha»: cómo calificar discursos y propuestas políticas

Describir un discurso, una propuesta, un programa, una personalidad o un partido como ultraderecha es complejo.
Por un lado, los criterios de la ciencia política varían y evolucionan sin constituir necesariamente una ecuación matemática que conduzca a un resultado binario indiscutible.
Por otro lado, la evolución de la extrema derecha le permite pasar desapercibida en el análisis. Los autores proponen tres herramientas complementarias para argumentar la clasificación de «ultraderecha».
Tradicionalmente, la ciencia política define a la ultraderecha o la extrema derecha como un conjunto de discursos, personalidades, movimientos o partidos estructurados en torno a un corpus ideológico específico: desigualdad, nacionalismo y securitarismo.
Algunos autores añaden a esta lista el rechazo a las instituciones democráticas (el parlamentarismo y el Estado de derecho) o a los valores democráticos.
En primer lugar, la ultraderecha
Según la ideología de la desigualdad, los individuos son naturalmente desiguales entre sí. Supuestamente existen diferentes «razas» que determinan la identidad de un individuo y sus capacidades físicas y mentales. Algunas «razas» son superiores, otras inferiores, y es apropiado aplicar esta «regla natural» al orden político y social.
En segundo lugar, la ultraderecha
Desde una perspectiva nacionalista, la nación se imagina como homogénea y pura, conformando el «nosotros» —los «nacionales»—, separado del «ellos» —los «extranjeros». La diversidad y el multiculturalismo se perciben como factores que degradan la identidad nacional. La nación también debe ser soberana e independiente, por lo que las entidades, instituciones, tratados y acuerdos internacionales supranacionales son criticados o rechazados.
En tercer lugar, la ultraderecha
La extrema derecha o la ultraderecha aboga por la seguridad, el control y la coerción para proteger a la nación de amenazas internas y externas. La inmigración se presenta como una fuente de inseguridad al equiparar a los extranjeros con «criminales» o «aprovechadores». Estas incluyen, en particular, el fortalecimiento del ejército y la policía, el estricto cumplimiento de las penas, el uso sistemático de penas de prisión, el regreso a la pena de muerte, etc.
En cuarto lugar, la ultraderecha
La relación entre la ultraderecha y la democracia se teoriza de varias maneras: según algunos, la extrema derecha rechaza el régimen democrático, es decir sus instituciones, mientras que, para otros, son los valores de la democracia los que están bajo ataque.
Desde una perspectiva cuantitativa, el umbral de la ultraderecha es imposible de determinar.
Sin embargo, esta definición carece de sistematicidad y su operacionalización es difícil. De hecho, por un lado, no es seguro que cumplir los tres o cuatro criterios sea sistemáticamente necesario.
Cumplir dos de ellos puede ser suficiente (por ejemplo, el uso de un discurso racista y nacionalista). Por otro lado, desde una perspectiva cuantitativa, el umbral es imposible de determinar (¿podría clasificarse como ultraderecha un programa político cuyo 25% de propuestas son racistas, nacionalistas y orientadas a la seguridad, diluidas por un 75% de otras que están fuera de toda sospecha?).
El umbral cualitativo también está imbuido de subjetividad (si una sola medida de un programa político aplica violencia discriminatoria a extranjeros presentados como «enemigos de la nación», ¿es esta medida suficiente para clasificar el programa como ultraderecha?).
En cuanto al vínculo entre la ultraderecha y su rechazo a la democracia, el criterio también es discutible. Se presupone que la extrema derecha renuncia al juego electoral y parlamentario —lo que claramente no ocurre con varios partidos— o que los «valores fundamentales» de la democracia se identifican de forma unánime y precisa.
Además, en su discurso, la ultraderecha se presenta hoy como defensora de la democracia y víctima de un sistema político y mediático que no respeta sus derechos fundamentales, incluida la libertad de expresión.
El voto joven a la ultraderecha: ¿una amenaza real o una ilusión mediática?
El voto joven a la ultraderecha, vídeo del canal:
¿Evolución del discurso de la ultraderecha y el surgimiento de un tabú?
En las últimas décadas, los cambios en el discurso de la ultraderecha han hecho menos evidente su identificación con respecto a estos tres o cuatro criterios.
De hecho, tras la aprobación de leyes que penalizan la incitación al odio racial o la discriminación y a quienes niegan el Holocausto, el discurso de extrema derecha se ha refinado.
Esta estrategia de «desdemonización», destinada a eludir las leyes mencionadas y ampliar la base electoral de estos partidos, les ha permitido acceder a las instituciones legislativas y ejecutivas en varios estados.
El discurso abiertamente racista ha dado paso a la sutileza. En primer lugar, el término «raza» ha desaparecido, reemplazado por los términos «cultura» y «religión».
Ya no se trata de la «superioridad» o «inferioridad» de los diferentes grupos, sino de «diferencias», de individuos «asimilables» o «inasimilables».
Las palabras «nuestra identidad» también están siendo reemplazadas gradualmente por «nuestros valores» o «nuestra forma de vida».
En segundo lugar, se están abandonando las declaraciones heterofóbicas en favor de las heterofílicas (p. ej., la ayuda al desarrollo como herramienta para combatir la inmigración), y en lugar de atacarlos, se está enfatizando la protección de «nosotros» (p. ej., la preferencia nacional, la protección de las costumbres y tradiciones nacionales).
En tercer lugar, las declaraciones de la ultraderecha ya no son explícitas, sino implícitas (utilizando metáforas, metonimias y otras figuras retóricas), de modo que son legalmente (casi) inatacables.
En ausencia de desigualdad y racismo explícitos y manifiestos, los observadores de la vida política son más cautelosos a la hora de etiquetar ciertos discursos, propuestas, programas, personalidades o partidos como de extrema derecha.
En este sentido, se refieren a los «discursos grises» de la ultraderecha.
Estos son «discursos que resultan perturbadores pero no legalmente punibles, lo que propicia discursos que incitan al odio, la violencia y la discriminación contra ciertos grupos».
Los autores añaden que estos discursos construyen «explícita o implícitamente la representación de un determinado grupo social como de menor valor, sin igual dignidad y, por lo tanto, sin merecer la misma consideración».
En ausencia de desigualdad y racismo explícitos y manifiestos, los observadores de la vida política son más cautelosos a la hora de etiquetar ciertos discursos, propuestas, programas, personalidades o partidos como de la ultraderecha.
Se utilizan entonces una multitud de términos relacionados: «derecha radical», «derecha populista», «nueva derecha», «extrema derecha», etc. Sin embargo, estos conceptos son igualmente vagos y carecen de una definición operativa. Además, ¿no contribuyen indirectamente a la «desdemonización» de la extrema derecha, dado que ya no se la clasifica como tal?
Por todas estas razones, creemos necesario complementar la definición teórico-política con otras herramientas.
Método 1: Describir una propuesta política como extremista a la luz de los derechos humanos
Si el extremo es la postura más alejada de un centro, es esencial ubicar este centro. En el contexto de un estado democrático de derecho, este centro es la realización de los derechos humanos, establecidos ya en 1948 como «la más alta aspiración del hombre».
Independientemente de las críticas que puedan dirigirse al concepto de derechos humanos —no exento de imperfecciones en su concepción e implementación—, lo cierto es que son «la vara con la que se mide la respetabilidad de los regímenes y las doctrinas políticas».
La ideología de extrema derecha se opone al conjunto de derechos humanos. De hecho, la desigualdad y el racismo son contrarios a los principios centrales y transversales de igualdad y no discriminación.
El proteccionismo identitario y autárquico rechaza el desarrollo de relaciones amistosas entre los pueblos, fundamento esencial de la Carta de las Naciones Unidas. Y, finalmente, la primacía del enfoque de seguridad es una inversión del paradigma que sitúa, por un lado, las libertades como principio y, por otro, las restricciones a estas libertades como excepciones, limitadas a lo estrictamente necesario para alcanzar un objetivo legítimo de interés general.
En su resolución del 23 de septiembre de 2012, la Asamblea General de las Naciones Unidas especifica además que «los derechos humanos, el estado de derecho y la democracia son interdependientes, se refuerzan mutuamente y figuran entre los valores y principios fundamentales universales e indivisibles de las Naciones Unidas».
Método 2: Definir un discurso o propuesta política como de extrema derecha mediante su análisis crítico.
Tras identificar las políticas públicas extremistas en materia de derechos humanos, un segundo paso puede ser analizar los discursos utilizados para justificarlas, a fin de identificar las ideologías transmitidas y las estrategias empleadas.
Los discursos nunca son neutrales. No describen la realidad social, sino que la construyen. Por lo tanto, una «ola migratoria» es una metáfora deshumanizante que compara a los migrantes con un desastre natural. Por el contrario, una «política antirrefugiados» se refiere a la responsabilidad política por el maltrato a personas cuya solicitud de protección es legítima. El drama, las causas y las responsabilidades varían.
Analizar un discurso por deducción consiste en verificar si los criterios de desigualdad, nacionalismo, securitarismo o rechazo a la democracia lo estructuran claramente.
De ser así, el discurso es de extrema derecha. Sin embargo, este método contrasta con la evolución de los discursos de extrema derecha, ya mencionados, desprovistos de racismo explícito, que avanzan de forma disimulada, jugando con lo implícito y las metáforas.
Por el contrario, un enfoque inductivo de los discursos decodifica la realidad social que construyen.
Por su parte, el análisis crítico descubre las ideologías ocultas tras las palabras, tras los argumentos. En otras palabras, en los discursos, ¿cómo se definen los grupos? ¿Cómo se les opone? ¿Con arreglo a qué relaciones de dominación? ¿Cuáles son los valores e intereses movilizados? ¿Los enemigos que se presentan?
Método 3: Definir un discurso o propuesta política como de extrema derecha comparándolos con referencias históricas
Tras identificar, en primer lugar, la naturaleza extremista de las propuestas políticas a la luz de las restricciones a los derechos humanos que conllevan, las cuales atentan contra la integridad física y psicológica de las personas, y, en segundo lugar, considerando la realidad social generada por los discursos que sustentan estas políticas, se puede proponer un tercer marco analítico.
Poner el cursor en la mesa es una operación delicada, ya que implica preguntarse en qué punto la reducción de la protección de los derechos humanos y la movilización discursiva de un universo ideológico de extrema derecha se vuelven inaceptables. ¿Dónde está el límite que no debe cruzarse?
En varias ocasiones, los programas políticos han sido condenados, judicial, política y moralmente, por sobrepasar este límite.
Conclusiones sobre la ultraderecha
Algunos tendrían razón al creer que el término «extrema derecha» no puede utilizarse como anatema con el único propósito de deslegitimar o descalificar con autoridad un discurso, una propuesta, un programa, una personalidad o un partido.
El argumento puede ser complejo. Los criterios tradicionalmente utilizados por la ciencia política a veces carecen de sistematicidad y operatividad. En algunos casos, los discursos y las prácticas institucionales de la extrema derecha han evolucionado. Por lo tanto, los observadores de la vida política pueden sentirse algo reacios a utilizar este término. Sin embargo, llamar a lo que es extrema derecha «extrema derecha» tampoco debería ser un tabú.
El marco analítico que aquí se presenta, con sus dimensiones jurídicas, discursivas e históricas que complementan el enfoque de la ciencia política, busca, por lo tanto, resolver esta tensión. Propone identificar los objetos de estudio, identificar su afiliación a la extrema derecha mediante criterios operativos y fortalecer los argumentos para clasificar estos objetos como de extrema derecha.
Obviamente, no pretende ser exhaustivo en cuanto a las maneras de comprender los discursos y programas de la extrema derecha, por ejemplo, basándose en el contexto económico, social y político de su surgimiento o en el arsenal retórico empleado.
Los tres métodos propuestos para caracterizar los discursos y propuestas de la ultraderecha pueden resumirse en tres preguntas:
- ¿Acaso los discursos y propuestas políticas se dirigen contra los derechos humanos o la integridad de ciertas personas?
- ¿Construyen los discursos y propuestas políticas una realidad social como la que fantasea la extrema derecha?
- ¿Son los discursos y propuestas similares a los que defendió la extrema derecha en el pasado?