Índice de contenido
Lucha contra el racismo y las ideas de extrema derecha:

El Racismo. Con nuestras diferencias, damos color al futuro.
La banalización de las ideas, comportamientos y actitudes racistas o antisemitas en nuestra vida cotidiana es una realidad.
El racismo institucional (discriminación en el acceso al empleo o a la vivienda, concentración de inmigrantes en empleos penosos y mal remunerados, violencia policial, controles por motivos étnicos…) no retrocede, a pesar de las fuertes aspiraciones de igualdad y dignidad.
La magnitud del mal va más allá del voto a un partido de ultra derecha, que ya es de por sí muy preocupante.
Estas ideas de exclusión y repliegue atraviesan, en mayor o menor medida, todos los grupos sociales, todos los colectivos laborales, todas las comunidades. A menudo afloran de forma insidiosa.
Combatir el racismo significa unir fuerzas para, juntos, con nuestras diferencias, dar color al futuro.
La extrema derecha es enemiga de las personas racializadas y extranjeras
La base ideológica de toda la ultraderecha es el racismo (racismo antiárabe, negrofobia, antigitanismo, antisemitismo…) y el patriarcado.
En un contexto de violentas ofensivas contra los migrantes y los musulmanes y de endurecimiento de las políticas racistas, la ultraderecha amenaza de manera muy concreta a las personas racializadas y extranjeras, al igual que amenaza a las mujeres y a las personas LGBTQIA+.
La sociedad está profundamente estructurada por el racismo, un sistema de dominación y explotación que jerarquiza las vidas y los derechos.
Este racismo es en gran medida heredado del colonialismo. Ya tiene efectos concretos: opresión, discriminación, violencia.
Las políticas de los últimos años se han basado cada vez más en este racismo y han tomado prestados aspectos enteros del programa de la extrema derecha.
Deshumanización de los migrantes: Una política asesina
La extrema derecha pretende cerrar fronteras y eliminar los derechos de todos los extranjeros (aquellos que no tienen la nacionalidad francesa) o de quienes se consideran como tales.
La Ultraderecha, se opone a salvar las vidas de los migrantes en el mar, votó a favor de la ley de inmigración y se opuso a la declaración de la Unión Europea como zona legal para las personas LGBTQIA+.
Sus programas incluyen el incumplimiento de los convenios y tratados internacionales sobre derechos humanos y los derechos de los migrantes y refugiados.
Aceleración de la Violencia
Si la extrema derecha llegara al poder, el sesgo nacional asociado a la violencia conduciría inexorablemente a una aceleración de:
- plenos poderes para la policía, la guardia civil y el ejército;
- la aparición y expansión de milicias fascistas dirigidas contra personas racializadas y LGBTQIA+
- el deterioro de las condiciones de vida de las familias pobres, en particular las racializadas y extranjeras
- la legitimación de ideologías supremacistas que serán difíciles de deconstruir;
- el deterioro del sistema sanitario y de todos los servicios públicos, que excluirá aún más a los más desfavorecidos del acceso a sus derechos
- el endurecimiento de las ya muy violentas políticas migratorias
- el fortalecimiento del apoyo incondicional al Estado de Israel en el genocidio que está llevando a cabo en Gaza.
Lo que la extrema derecha le está haciendo al mundo
Observar los estados que han implementado políticas nacionalistas en los últimos años nos permite medir los efectos de la ideología que las inspira.
Las situaciones históricas difieren, pero las similitudes son marcadas: en Estados Unidos, el trumpismo estigmatiza a la comunidad LGBT, el islam, a los hispanos y a las personas negras; en India, Modi y sus partidarios discriminan a los musulmanes, quienes se han convertido en ciudadanos de segunda clase.
El autoritarismo, en un doble movimiento, ataca las instituciones democráticas y reinterpreta la historia: Bolsonaro, quien desprecia todo control y equilibrio de poderes, minimizó el pasado dictatorial de Brasil; el PiS en Polonia trabajó por establecer un estado centralizado, libre de controles constitucionales, y se esforzó por revisar los mitos fundacionales de la nación; al igual que Putin en Rusia moldea la historia del país e impone una narrativa nacional censurando la investigación independiente.
Los discursos se aprovechan de los miedos y los odios, y buscan mantenerlos y alimentarlos. En toda Europa, los partidos de extrema derecha despliegan una retórica identitaria, a veces disfrazada de discurso social, denunciando fantasiosos «flujos migratorios», haciendo creer a la gente que los inmigrantes son más un coste que un activo y movilizando regularmente dogmas religiosos, como en España o Estados Unidos.
El conservadurismo moral que defiende la extrema derecha suele ser muy heterogéneo, mezclando la identidad cristiana con la antimodernidad y lanzando falsas acusaciones contra un «wokeismo» cuya existencia apenas se molesta en demostrar.